viernes, 29 de junio de 2012

Velocidad

El tiempo no pasa y la velas se acaban, es momento de tantas cosas, por lo que las interrupciones del viento no debiesen ser permitidas, manden la orden para que se detenga y deje descansar a las pobres almas, que agobiadas, lo único que hacen es gritar la pena recitada por el olvido.
En la búsqueda de migajas y el rastro de curiosidades me pregunto si será el vagabundo o el duque el ostentoso y si su deber será drogarse en los infinitos deseos de lo permitido, me pregunto también, por aquellos que rezan a los Ángeles y por su caída en cada amanecer, por los miles de adelantos tecnológicos y por las fracciones de segundo, en esas, en las que se escucha el murmullo de los recuerdos establecidos y varados en lo perenne.
De la angustia el dolor se cansa, del dolor los pensamientos se agotan, de pensares… De pensares se construye el mundo y la realidad, modificarla, mantenerla, romperla, evitarla, todo depende de ellos, pero traidores no cesan de mostrar lo correcto, de soñar y que en sueños, de gritar y en palabras…

Ayer tal vez, día a día, poco a poco, siempre debió serlo, nunca y entonces quizá, jamás se hizo y no dio cuenta la luna de lo que observaba, no mostraron las huellas el camino, no evitaron los molinos ser monstruos ni el Quijote derribarlos, fue la llama encarcelada y el agua enaltecida para quebrantarle con frio y en hielo, transmuta solo con el bendito que existe, pero que a pasos agigantados evita ser encontrado, tiempo.
De los muros se levanta la ciudadela, de los arboles caídos los hogares de animales e insectos, de orificios en la tierra la gente retrocediendo ante el destino, pedir que se detenga, preguntar la razón, buscar un camino en silencio, forzar el encuentro, cuestionarse paso a paso, ida y vuelta, norte y sur, la respuesta pudo haber sido otra y es eso lo que esconde la caja de pandora y predice la misión del animalejo de madera.