A pasos agigantados avanzaba distancias enormes en solo segundos. Cada vez que las recorría notaba algo era distinto de la vez anterior, algo más había que lo hacía interesante, adormecido por lo gustoso aunque leves eran los momentos que contentaban, una y otra y otra vez, pero entre paso y salto, disminuye su espíritu, cada a la necesidad de más tiempo, cada uno y el camino se hacía eterno y es entonces que al lento andar, nota la verdad de aquellos momentos, que distintos se engrandecían cual detalle los distinguía, más los detalles eran los mismos que sin orden se rinden tributo.
Sin consuelo desea no volver a correr, no saltar y así no permitir que la ilusión sea la que predomine en su vida, que los detalles sean únicos e irrepetibles y que el pasado no se vuelva el futuro, sino los sueños que hoy detiene. Maravillado por el mundo, en asombro constante, el universo muestra delirios, utópicos relatos que ante lo simple deslumbran al más pequeño de los gigantes, al único dios de los mortales y son las sombras las pisoteadas a la espera, son las nubes las que cubren con descaro y alivian cada por pequeños instantes la agonía de vivir en constante inacción.
Caminan, corren, cantan, se besan, esperan, pero no voltean la mirada, con desmedro simplemente pasan, están ahí, se burlan, pero aquellos pies ligeros, aquellos que conmueven que alegran, cautos, amables, preocupados por la ruta que han de seguir y de quien los acompaña en el camino, ahí y con ellos es donde la sombra se hace más fuerte, levanta su espíritu y se ensancha cuanto la luz le permite y la niebla no sobre.
No necesito saber dónde voy, solo saber donde he estado.
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