jueves, 29 de septiembre de 2011

El otro pez

Cada vez que volaba sentía como cada parte de mi cuerpo al desnudo estaba rodeado de aire, en ocasiones lo hacía para sentirme vivo, en otras por lo maravilloso que es sentir tu cuerpo en libertad. No es lo mismo ver que sentir cada parte, se hace difícil pensarme fuera del agua, sin volar, se dificulta sentir dolor o alegría sin estar en contacto con otro yo que me lo haga ver.

Cada día que pasó fue una demostración de cómo el mundo no comprende lo maravilloso que es vivir volando, fueron tantos los que he visto caer, el paso del tiempo ha hecho lo suyo y demasiados permiten que la vida se extinga, pero cómo no desconocerse, pero cuánto y cuántos devotos juraron lealtad y no olvidar.
Como un hombre me aferro a mis raíces y pretendo aún quedan tantas y más de las que en algún momento hubo, pero esa vieja se vuelve débil, sabia la experiencia la hizo fuerte. Quisiera recordar cada momento del naufragio, sería tan sencillo volver cada vez que quiera a aquel lugar donde mi imaginación me permite ser feliz, fueron tantos y solo uno el que jamás recordé, pero maravilloso lo vivido en todos lados con tal o cual ingenio, uno y mil acompañantes de la eterna canción.

Siempre he sabido que si de mi depende podría mantener la tierra en órbita, podría hacer que la luna flotara en el mar y que el viento fuera mi vida, es tan fácil creer que lo imposible se concreta, pero entonces recuerdo como es que se hizo posible pensar…

Tal vez y solo por hoy, me voy a permitir ser feliz, aún reconociendo mi error en pecado latente, es el momento en que de por vida decido haber muerto, el instante en que los recuerdos se borran y la vida no tiene sentido, el momento donde la nada se vuelve autónoma e irrumpe solo cuando la canción suena sin ritmo, alocada, uniforme, perfecta.

Para poder generar vida, para creer que la imaginación existe, para saber que el conocimiento se destruye, la luna debe junto a su sombra brotar por los campos, invadir los cielos y romper las rocas formando olas de desprecio a su amante, derrumbar los ríos, combatir el viento y caer a un precipicio volviéndolo finito. Siquiera sentirlo, siquiera y ya estuvo, mismo y por siempre nunca y jamás.

De no poder cantar el grillo, que los hombres le acompañen, de no poder lavar el río, que los hombres le acompañen, de no poder crecer el árbol, que los hombres le acompañen, de no poder nacer un niño, que el hada se vuelva risa y su canto la dulce vida, porque es el único que en este mundo, permite la vida siga.

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