lunes, 22 de octubre de 2012

De ser amor…

Porque es el momento justo, imparcial, ecuánime, un instante en que todo se vuelve más de lo que fue y el inicio de lo que será, la esencia transforma la figura y el entendimiento se forja con la concepción de un nuevo espíritu, uno risueño, fantasioso, jovial y encantado de si mismo, casi como, y siempre más. Entre miradas, entre ventanas que cerradas buscan la luz, que descubiertas concuerdan fueron deslumbradas por un sí.

Al respirar, al correr, al imitar, al reír, al mirar y entonces en el fondo, muy adentro vive, está ahí, de la nada, de un todo, justo cuando no debió ser bienvenido, en otro, en un yo, en un instante de tres y menos o más, casi como si las hadas hubieran tomado el peso de su trabajo, casi como cumpliendo cuota con Cupido, casi como si las flores en primavera realmente tuvieran efecto, de ser uno o más, de poco a tiempo descubierto, expuesto.

Recuerdos que tornan azulvioleta la memoria, con poco peso y mucho espacio, sin pensar en cualquier cosa, en tiempos la música aparece y retoma su ritmo, al compás, melancólico… 

De pronto, nunca inmediato, pero cuyas pausas son acertadas, la batalla, la tormenta, tempestad de siluetas, de destinos, de saberes y placeres que no dibujan sin tinta ensangrentada aprecian la distancia, proyectan cantando y danzando todo y nada queda fuera, porque palabras sobran cuando el viento vuelve con afán de sincero.


Cuando internamente se genera en conjunto una idea, cuando la conexión vuelca los sentidos y se da la permanencia, en instantes de soledad y misterio, cuando el inconsciente injusto y despreocupado se presenta para dar su veredicto, en esos momentos mi voz, traviesa y prepotente gusta de opinar, alza el tono y se hace escuchar, repitiendo la misma frase no una sino cinco veces: “¿Si me amo, entonces ahora por qué o quién lo hago? Y de hacerlo, seré capaz”.

El anhelo de algo distinto, dejando la trillada y rebuscada rutina atrás, el deseo de ese sacrificio milenario por la restitución del equilibrio, esa solución disuelta en lo absurdo y transformada en cristales que ordenados vuelven a brillar, esta vez para un adiós.

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