domingo, 31 de agosto de 2014

Naufragio

Y si, sentado conversando con mis amigos sin pensar en cómo esa tarde volvería a revivir una historia que creía olvidada, de pronto un amigo muy curioso y sincero me pregunta “¿podrías volver a contarme esa historia que una vez mencionaste hace años atrás?”.

Mirando a todos expectantes comencé:

Esa noche salí de mi hogar, despidiéndome inusualmente de toda mi familia con un beso, agradeciéndole a mi madre lo que me había dado, diciéndole que la amo, cerré la puerta y caminé pensando en la música que quería escuchar, que casualmente contenía el reproductor, que se suscitó de forma aleatoria como debía.

Me reuní con mis amigos para ir en busca de un momento de distención, para mover mi pasión, para sentir mi cuerpo, la vida, la danza, aquella danza que con el pasar del tiempo se volvió un recuerdo, casi difuso, casi impropio. Fue como cualquier otra noche hasta el momento en que logré sentir, decidir que desde ese entonces ya nada sería lo mismo, que debía cambiar, sin saber que mantendría un peso prohibido, una estructura indestructible hasta entonces.

El tiempo era escaso, las cosas debían suceder porque no habría otro momento, porque no debía continuar sino hasta la despedida, pero el retorno fue más poderoso y la lluvia, el frio y el hambre, construyeron un dique, que pronto contendría la realidad.

La brisa fue una fiel compañera, tan sigilosa que imperceptible mantuvo la alegría y la tristeza, que calo profundo en las rocas volviendo arena los cimientos de las huellas venideras. Creó una imagen, creó un sentimiento plasmado de ilusión, confortante suspiro de humanidad, de compañía, de felicidad, algoritmo indescifrable ante la mirada de un ingenuo creyente, esperanzado, feliz.

Sin detonar los fragmentos que a menudo insistían en volverse tenues, se forjó el camino a una confusa manifestación de arte. Poco a poco la vida dio cátedras de inexistencia, de dolorosas caídas, de pasos que mostrarán el avance de la historia.

Sin poder reconocer la derrota, obteniendo victorias unidas a la ficción, crédulos acentos de lenguas distantes, títeres de la verdad, cuyo universo se verá envuelto por demasiados estímulos, por demasiada fantasía, por palabras entrañadas, por placeres inhibidos, buscando salir sin posibilidad alguna, desterrados por la soberbia.

Sin valorar, argumentando sentir, doliendo las justificaciones, al fin llegó a su destino. Un lobo, hambriento, solitario, indefenso sin manada, vagando por la angustia, se detiene ante el camino solo en ocasiones a verificar que las huellas aún no se borren de la arena, con la esperanza de que no haya subido la mar; compungido, impulsivo corre sin aliento, resiste los obstáculos entendiendo que podría continuar, que en algún momento habría un receso para poder descansar, que el tiempo disminuiría lentamente hasta detenerse y reguardar ese sentir hermoso, lleno de vida, de tacto, pero sin poder vislumbrar la verdad con el tiempo, que el resguardo comenzaría una vez que detenido, todo, toda, cuanta vida existiera, se detendría para ser observada, para ser dolida, para perdonar.

Ese día la música toco una melodía extensa, una serie lógica y racional, cuya aritmética como en todo lo previsto no podía sino regresar al inicio, para volverse a tocar.

Una mañana sin previo aviso, abordó al mismo tiempo, un fénix, un caballo y un tigre al andar, la vida que el lobo debía dejar, manifestando estar de acuerdo, en que el punto de encuentro debía esperar, que así como el halcón vuela lejos, el cóndor más alto y más distante se iba a encontrar.

Ese día camino a mi hogar, después de mucho sentir, de suficiente pensar, tome un camino distinto, más largo de lo acostumbrado, algo entretenido, algo dolido, sin la comprensión necesaria, sin la planificación rutinaria, prescindiendo de la palabra, ordenando sin el resguardo, documentando cada instante que debía perdurar.

domingo, 22 de junio de 2014

Lucidez


En momentos así suelo desvariar, pensar detenidamente en las posibilidades infinitas una por una, en el detalle de cada oportunidad, de cada error, dispersándome entre las cenizas que lentamente son trasladadas por el viento, a un lugar mejor, a un lugar distante, tan lejano que podría nunca más volverlas a ver.

El amor, comenzó, ilusionó, pero nunca fue respetado y desde entonces la vida se encargó de hacer de esta una oportunidad para aprender, para intentar y conocer, pero destinada a surtir el único efecto posible, lo que la palabra dijo y predijo, induciendo la realidad a ser narrada tan sinceramente.

Tal vez fue más de lo que debió haber sido, cada excedente determinó que las características más importantes de cada uno salieran a flote, aquellas por las cuales la justicia se anclaría y el individuo sin consideración retomara un juicio que siendo subjetivo siempre lograría la misma sentencia, inapropiada para quién logra deducir, observar, interesarse por alguien más.

Para entonces la vida no dejaba de moverse y el tiempo transcurría sin parar, los proyectos, los intereses, las inseguridades, los orgullos, los amores, todo en el mismo lugar, todo gris, todo igual, lamentando no haber sido consensuado.

Sin admirarlo tanto, sin notar la ausencia y la espera podríamos hablar de algo, de una historia, de muchas experiencias, de la nostalgia que abraza el recuerdo de una mente inocente, amable, cariñosa, que dio amor, que creyó en la verdad, pero que a momentos fue irresponsable y se permitió dañar.

Hoy frente al espejo te miras, te tocas y sientes esa piel que permitirá adentrarse en lugares que para otros jamás estarán disponibles, hurtar, huir, volverte indigno de llevar mi nombre a cuestas, funcional.

domingo, 1 de junio de 2014

Límite


Comenzar por racionalizarlo todo, por analizar cada parte de la historia, cada pensamiento, el detalle de lo vivido y lo sentido, la percepción, la emotiva memoria que un suceso gatilla, explorando el mundo con duda e inseguridad sin saber si estará ahí para proteger, resguardar que nada malo suceda.
Inicialmente un por qué, preguntar si continuar tiene algún sentido definido, si está permitido no tenerlo, no conocer más detalles que el acto, que la rutina, el desequilibrio, la desconfianza; preguntar por qué y no optar por responderlo, sino que insistir, perseverar, tolerar, flagelado el instinto animal de supervivencia, apelando a la identidad como único recurso que aparentemente debilitado se refugia en los conocimientos de lo adecuado.

¿Es el dolor un motor? Concretamente puede ser la evitación una manera absurda de conseguir la felicidad, que de vez en cuando a través de atisbos nos lleva a reír, a no llorar, a penetrar el silencio que muchas veces se considera inadecuado, irrumpiendo cada detalle que perjudique la perfección, por falta de fuerza, por exceso de funcionalidad. Podría haber sido en algún momento inapropiado aportar conocimiento desde la experiencia, podría haber sido hábil continuar con las relaciones de poder que permitían afrontar la realidad guiando las percepciones hacia una consensuada verdad, nunca democrática, pero disponible y estable.

Siempre de cerca, siempre desde lo más intimo, siempre lejos de la verdad interna, siempre...

Indagar hacia un abismo, con la intención de precipitarse de golpe, con forjas de acero que poco a poco se van clavando profundo desde la distancia y próximas a derrumbar cualquier estructura que debía ser demolida, pero que se negó y se continúa negando, porque se sabe, porque la vida mencionó que en el pasado no fue pertinente, porque acto seguido, la consecuencia fue el destierro, el paralelo vacío, el caminante dormido, no muy distinto a lo que hoy sucede, pero imposibilita, determina.

Mirar hacia las alturas, volar hacia un refugio fantasioso, distorsionar el mito y volverlo leyenda, sin moraleja, continuando con la cultura y perpetuando la injusticia, promoviendo el sarcasmo, el flujo de combinaciones aprendidas, reforzando ideas con las que desde el entendimiento no se condicen con la enseñanza ni con los principios.

En qué momento se tornó dañino, masoquista, dando paso a la hegemonía cruel, humana, mostrando conductas repetitivas, estructurando las mismas respuestas y haciéndolas valer como correctas.


domingo, 19 de enero de 2014

Infinito vacio

En lo profundo, oculto como algo privado, en la construcción de una vida, que compartida sin rumbo fijo, sin intención y más allá, casi en lo absurdo del pensamiento, en los delirios del consciente, conectados por sueños, por errores que no alcanzan a ser fantasías. Envueltos por la cultura, forjados en las reglas de la continuidad, incluso descifrados por nosotros mismos, por seres llenos de sentimientos y contradicciones, por laberintos pensados para evitar, para re definir, para hilar historias que dependan de una verdad agradable. Los recuerdos, la imaginación, los sentidos, la intuición, amargos, dulces, agrios, planos, ansiosos, deprimidos, sin búsqueda ni esfuerzo, presentes.

De la vida inconsecuentes, de la muerte indolentes, pero cuya apatía puede causar más felicidad que el daño inminente de ser precisos.

Aún cuando la luz brilla, cuando ese momento perpetúa la materia y decide generar el caos, ahí están sin importar algún absurdo o falso engaño, persistentes hasta que llenos de agua, rodeados de inocuidad, deciden mostrarse sinceros.

A momentos bajo la necesidad de desaparecer, de no dejar huella, de no mirar atrás, ni gritar ni murmurar, cuando la pena entra en gloria y majestad pronunciada por el orgullo, por la vanidad, por los lamentos de palabras suscitadas por el viento narciso, que con voz altanera menciona que ya fue suficiente.



Arrepentidas de la evolución, el destino les juega una mala pasada, donde transformarlo todo parece su única salida...