Aquel hombre deseoso de lograr, de poder y alcanzar, busco intensamente las mil y una formas, encontrando entonces que la razón por la que hacía no concordaba con lo que quería ni decía, viéndose envuelto entre lo que debe y lo que no, supo que la verdadera razón se encontraba oculta. En un sinfín de intentos lograse alcanzar estados derivados del placer y la felicidad, todos ínfimos si al respecto hacían siquiera el intento de parecérsele, era tan cruda la verdad que deseoso de volver a experimentar destellos de complacencia notó la manera ineludible.
Si la distancia entre el fin y el espacio único donde existo es tan larga como el infinito, entonces sería más prudente en vez de intentar acortarla, extenderla tanto que el deseo se vuelva platónico y así sea posible solo alcanzarlo con el nivel espiritual que otorga la muerte. Investigando la entidad visto no se conoce ni reconoce las acciones que esta transforma y manifiesta una y otra vez en el mundo, siendo su propia naturaleza contradicha al momento de hablar de su visión y misión en este, notaron entre líneas lo que quería decir y fue entonces la sombra en el consciente quien reveló.
Erase la época de valientes héroes donde miles de inocentes desaparecieron, donde toda acción cobro sentido por la verdad liberada y a cada paso una justificación se entendía cuando la cruz era enterrada, en cada instante, cuando existía el querer, la opción del por qué y adquirido el deber como misógino, pero de dominio incuestionable, la víctima era reflejada ante la gente como inocente, todavía después de la pena de muerte.
Pero en el espejo solo se maneja un contorno, una sombra que ni llena de artefactos podría vislumbrar lo que fue, porque el alma a condena propia se desvanece, porque el sentido en todo movimiento no se encuentra cuando el intrínseco raciocinio es el que en cuestión no debe proseguir. Desertándose se señala el error cometido y se enjuicia de una vez por todas, porque la victima ya no debe sufrir, mas es el sentir lo que va a pesar el resto de su eterna existencia, como un dios que en sacrificio dio su vida por nada que valiera la pena.
Quebranto, deterioro, mella, y como el alma de un asesino se parte una y otra vez. Pero el joven gritó en una fábula que el tigre imploraba perdón, que el antílope no había muerto y preguntó: ¿Existe algo que pueda hacer para remediarlo? Porque de ser así, prefiero toméis mi vida y mi alma vuelva a ser mía.
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